¿Qué es la depresión?
Empezaré por la entrada de la Real Academia Española que la define desde la vertiente psicológica:
“Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos”.
Sin embargo, para mí, son mucho más esclarecedoras el resto de entradas:
“En un terreno u otra superficie, concavidad de alguna extensión”.
“Período de baja actividad económica general, caracterizado por desempleo masivo, deflación, decreciente uso de recursos y bajo nivel de inversiones”.
Incluso la entrada que hace referencia a la meteorología resulta mucho más clara: “Zona de baja presión atmosférica”
O la relacionada con la depresión barométrica: “Descenso de la columna indicadora de la presión del aire en el barómetro”.
En definitiva, cualquier tipo de depresión es un descenso, un declive del estado considerado normal a otro más bajo. Creo importante resaltar lo del estado considerado normal, ya que, ante ciertas circunstancias o situaciones, el estado normal o legítimo consistiría precisamente en estar deprimido, bajoneado, abatido, triste, hundido, decaído, desmoronado, desanimado…
Cuando se habla de depresión podemos encontrar un amplio listado: depresión grave o severa, distimia, trastorno posparto…
Aunque la clasificación más simple suele ser la más convincente:
Depresión endógena: “Que se origina o nace en el interior, como la célula que se forma dentro de otra” o “Que se origina en virtud de causas internas”.
Depresión exógena: “De origen externo”.
Todos hemos sufrido de estadios depresivos, son esos momentos en que parece que todo se desmorona a nuestro alrededor, el equilibrio se pierde dando a la tristeza y la desidia el control; son estadios pasajeros, periodos cortos que pueden oscilar desde un día a varios.
En mi caso, suelo tener periodos de 2 o 3 días que coinciden con el clima; los días grises y lluviosos me sirven de detonante para “descender” sutilmente a mis abismos.
Cuando estas situaciones suceden durante tiempo prolongado o se cronifican y además nos impiden realizar nuestras actividades cotidianas es cuando pasarían a ser una depresión.
Tal como he indicado, existirían estos dos tipos de depresiones básicas: por un lado, las que se originarían como reacción a alguna situación externa (exógenas) y, por otro, las que simplemente aparecen sin ningún motivo aparente (endógenas).
El tratamiento de ambas no difiere; en ambos casos puede ser necesaria en un momento dado la ayuda farmacológica y en ambos casos es imprescindible un acompañamiento terapéutico. En casos tan severos como el trastorno bipolar es imprescindible una estrecha relación entre los diferentes especialistas: psiquiatras, psicólogos o psicoterapeutas.
Cuando un familiar tiene una depresión, da igual el tipo, es imprescindible dejarle vivir el momento sin intentar presionarle para salir de él. Al deprimido ya le resulta bastante difícil sostener su estado como para tener que forzarse a realizar acciones para las que no se siente capaz. La tarea de cualquier familiar ha de ser la de acompañar, compartir espacios, escuchar, dar apoyo, cariño e invitarle a la búsqueda de ayuda profesional.
He oído demasiadas veces la frase: “Hazlo por tus hijos”.
Pedirle a alguien que se siente hundido e incapaz de hacer las cosas más sencillas que se esfuerce por otros, es añadir a su malestar una doble ración de culpa y dolor.
Hay situaciones vitales en que la depresión es la reacción legítima, es el duelo ante la muerte de un familiar, ante la ruptura de una relación, ante la pérdida de un hijo ya sea por fallecimiento o por distanciamiento…
Hay otras depresiones que son una herencia o un patrón de comportamiento aprendido que hace que nos focalicemos en ciertos aspectos y no sepamos gestionar nuestra vida con otro enfoque, con otras herramientas.
Como todo en nuestra vida, hay que aceptar la situación y las circunstancias en las que vivimos para poder poco a poco aprender a gestionarlas de un modo más satisfactorio.
Hay escritores que han utilizado su depresión como potenciador de su creatividad. Algunos son casos extremos con finales terribles, no es necesario llegar a tanto, pero tampoco querer salir corriendo de ese estado (quizás este artículo sobre Bukowski os interese).
Para salir de una depresión el primer paso es dejarse estar en ella.