Muchas de las personas que vienen a mi para empezar un proceso de crecimiento personal, se cuestionan si deberían de haberlo hecho antes, si quizás han esperado demasiado. Mi respuesta siempre es la misma “la fruta madura cuando madura, no porque tu le pidas que lo haga antes, lo hará”
Una vez hemos llegado al punto “de maduración”, es cuando sentimos que es ineludible no hacerlo. Y por mucho que nos hubiésemos forzado antes en comenzar, seguramente no habríamos podido aceptar el reto que eso nos supone.
Es, en este punto, donde realmente me gustaría incidir hoy: hay, también, cierta cantidad de personas que en los últimos tiempos están apareciendo en los despachos de terapeutas, counselings, acompañantes de crecimiento personal…con la intención (al menos verbal) de empezar su trabajo de introspección. Vienen, desde mi punto de vista, empujadas por una ola social. En algún momento de la charla, suele aparecer que al menos parte de su motivación viene dada “porque todas mis amistades ya están haciendo”, “que todas las personas deberían hacer crecimiento personal porque es sano”, “que lo necesito para crecer como ser humano” … Y aunque todas son razones válidas, me suenan huecas, como si les faltase cuerpo, contenido, peso…
Empezar un proceso de crecimiento personal no es una moda; no es un corte de pelo que tu peluquera te hace. Un proceso implica trabajo por parte del cliente, no es algo que podamos hacer las acompañantes solas.
En mi opinión, y a pesar de que las terapias humanistas no utilizamos protocolos ni directrices concretas que empujen al cliente a obtener resultados en tiempos específicos, es como ir al gimnasio; implica por parte de la persona interesada un esfuerzo: demanda intencionalidad de cambio, humildad y empatía (para aceptar lo que no me gusta de mi), tenacidad (los cambios nunca son inmediatos y tropezaremos muchas veces antes de conseguir el objetivo), confianza (en la acompañante, en la vida, en sí misma)….
Si fuese una obra de ficción o una película, diríamos “que no es trabajo para pusilánimes”.
Cualquiera puede embarcarse en un proceso de crecimiento personal, pero, para empezar, hemos de ser conscientes de que va a requerir mi implicación. No es como ir al médico especialista, nadie en terapia te dirá “haz esto o lo otro”; te acompañaremos, te recogeremos, pondremos un poco de luz en tu oscuridad, pero TÚ y solo TÚ marcaras el camino y la velocidad del paso.
Si no estas dispuesta a mojarte, no te tires a la piscina todavía, espera.